domingo, 27 de junio de 2010

Cuando la educación ambiental no era necesaria (en homenaje a José Saramago)





















Cuando, hace tres años, leí las "Pequeñas memorias" de Saramago, este párrafo lo releí con emoción varias veces. Mi infancia pasó en el asfalto madrileño. La de mis hijos, por suerte, se pareció algo más a la de Saramago, aunque también han luchado contra los tiranosaurios virtuales.
El final del largo párrafo es maravilloso.
Hasta siempre, Saramago. Y gracias, porque nunca dejaste de ser el niño pobre y sensible de Azinhaga.

[…] Entonces le digo a mi abuela: “Abuela, me voy a dar una vuelta por ahí”. Ella responde: “Vete, vete”, pero no me recomienda que tenga cuidado, en ese tiempo los adultos tenían más confianza en los pequeños a quienes educaban. Meto un trozo de pan de maíz y un puñado de aceitunas e higos secos en la alforja, elijo un palo por si se diera el caso de tener que defenderme de un mal encuentro canino, y salgo al campo. No tengo mucho donde elegir: o el río, y la casi inextricable vegetación que le cubre y protege las márgenes, o los olivares y los duros rastrojos del trigo ya segado, o la densa mata de rosáceas, hayas, fresnos y chopos que bordean el Tajo, después del punto de confluencia con el Almonda, o, por último, hacia el norte, a unos cinco o seis kilómetros de la aldea, el Paular del Boquilobo, un lago, un estanque, una alberca que al creador de los paisajes se le olvidó llevarse al paraíso. No había mucho donde elegir, es cierto, pero, para el niño melancólico, para el adolescente contemplativo y tan frecuentemente triste, éstas eran las cuatro partes en que se dividía el universo, de no ser cada una de ellas el universo entero. Podía la aventura alargarse horas, pero nunca acabaría antes de que su propósito hubiese sido alcanzado. Atravesar solo las ardientes extensiones de los olivares, abrir un arduo camino entre los arbustos, los troncos, las zarzas, las plantas trepadoras que levantaban murallas casi compactas en las orillas de los dos ríos, escuchar sentado en un claro sombreado el silencio del bosque solamente quebrado por el piar de los pájaros y por el crujir de la enramada al impulso del viento, moverse sobre el paular, pasando de rama en rama a lo largo y ancho de la extensión poblada de sauces llorones que crecían dentro del agua, no son , se diría, proezas que justifiquen mención especial en una época como la nuestra, en que, a los cinco o seis años, cualquier niño del mundo civilizado, incluso sedentario e indolente, ya ha viajado a Marte para pulverizar a cuantos hombrecitos verdes le salieran al paso, ya ha diezmado al terrible ejército de dragones mecánicos que guardaba el oro del Fuerte Knox, ya ha hecho saltar en pedazos al rey de los tiranosaurios, ya ha bajado sin escafandra ni batiscafo a las fosas submarinas más profundas, ya ha salvado a la humanidad del aerolito monstruoso que iba a destruir la Tierra. Al lado de tan superiores hazañas, el muchachito de Azinhaga sólo podría presentar su ascensión a la punta extrema del fresno de veinte metros, o si quieren, modestamente, aunque con mayor provecho para el paladar, sus subidas a la higuera del huerto, por la mañana temprano, para alcanzar los frutos todavía húmedos por el rocío nocturno y sorber, como un pájaro goloso, la gota de miel que de ellos brotaba. Poca cosa, es verdad, pero me parece más que probable que el heroico vencedor del tiranosaurio ni siquiera sería capaz de atrapar una lagartija con la mano.

Las pequeñas memorias. José Saramago. Alfaguara, 2006 (Págs. 20 – 22)

miércoles, 23 de junio de 2010

La Junta de Andalucía no consigue evitar los vuelos militares sobre el Parque

















El espectáculo cotidiano en los cielos del Parque. Foto: Javier Broncano

















Incendio provocado por un avión militar en Cañada Catena en septiembre de 2009. Foto: Diario Jaén

Según publica hoy Diario Jaén, el Ejército del Aire no tiene intención alguna de cesar los vuelos sobre el Parque Natural.

El pasado 14 de enero, el Pleno de la Junta Rectora del Parque Natural de las Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas aprobó por unanimidad que el presidente de dicho órgano colegiado y el Delegado Provincial de Medio Ambiente pidieran al Consejo de Gobierno de la Junta de Andalucía que haga las gestiones necesarias ante el Ministerio de Defensa para que se eviten los frecuentes vuelos militares sobre el Parque.

Dichos vuelos son molestos para los habitantes del Parque y para los visitantes por la frecuencia con que se producen estruendosas rupturas de la barrera el sonido. Pero, sobre todo, son ilegales según el vigente Plan de Ordenación de los Recursos Naturales y han demostrado su alta peligrosidad a raíz del gravísimo incendio forestal provocado por el accidente ocurrido el pasado mes de septiembre.

Desde Ecologistas en Acción esperamos que el Consejo de Gobierno de la Junta de Andalucía dé cuenta del resultado de las gestiones pedidas por la Junta Rectora del Parque. Además, estamos convencidos de que, con buena voluntad por todas las partes, se puede llegar a un acuerdo para que no se ponga en peligro el Parque ni la seguridad de sus habitantes, al tiempo que se preserva la operatividad y la imagen de las Fuerzas Armadas.

miércoles, 16 de junio de 2010

Peluseros, un desconocido aprovechamiento sostenible que aún perdura

 He aquí unas imágenes magníficas de mi muy admirado Luis Miguel Domínguez que recientemente han vuelto a ser emitidas por TVE en la serie documental Tesoro del Sur. ¡Imprescindible verla!

sábado, 5 de junio de 2010

Alta tensión: un fracaso del Parque Natural





















Hornos de Segura sufre el impacto paisajístico de la línea sin soterrar - Foto: diario Ideal

Mientras se anuncia que la zona de vuelo libre del Yelmo quedará libre de cables mediante el desvío de la línea de alta tensión -lo cual es de agradecer-, el conjunto de las instalaciones de esta línea quedará tal cual, es decir, sin soterrar. Torres y cables constituyen un hachazo paisajístico a toda la zona entre Orcera y Hornos de Segura.

El entorno de este último pueblo, cada vez más volcado en el turismo, se verá especialmente afectado. Los intereses de los empresarios turísticos de Hornos, no cuentan. El derecho de los habitantes de la Sierra a disfrutar de un paisaje bien conservado, tampoco. La conservación de las rapaces, menos. Las peticiones de Ecologistas en Acción en la Junta Rectora del Parque, ya ni te cuento.

Pero hay más. El Plan de Ordenación del Territorio de la Sierra de Segura, que contempla la protección específica de este paisaje, ha quedado en papel mojado. Y el Parque Natural, como figura de protección, ha cultivado uno de sus más sonoros fracasos.

Probablemente, la mayoría de la sociedad serrana esté demasiado agobiada con otros problemas más perentorios como para protestar por estas cosas. Pero fuera de aquí, el hecho de que un Parque Natural con el prestigio del nuestro se trague una línea de alta tensión aérea se ve con incredulidad y una cierta indignación.

Supongo que habrá dirigentes políticos que piensen que soterrar una línea de alta tensión es un lujo que este país no se podrá permitir hasta dentro de veinte años. Otros estamos convencidos de que estas cosas deberían hacerse bien desde hace veinte años. Un desfase mental de cuarenta años es lo que hace que la repetida cantinela del desarrollo sostenible suene hueca en tantos discursos. Hoy, Día Mundial del Medio Ambiente, nos han vuelto a aburrir con unos cuantos más.

Profesores del Parque Natural en el cañón del Segura


















Foto de familia de los asistentes al curso

El camino por el cañón del Segura entre las aldeas de Poyotello y La Huelga Utrera, pasando por la Cueva del Agua, es uno de los más placenteros que se pueden recorrer en la Sierra de Segura. Hace unos días lo disfruté junto a un grupo de profesores de la comarca, asistentes al curso del CEP sobre didáctica del paisaje del que he sido ponente.

Este año, con todo lo que ha llovido, la vegetación está exuberante y la Cueva del Agua hace honor a su nombre, lo que no siempre ocurre. Tuvimos la suerte de ver en flor especies tan escasas y tan nuestras como la violeta de Cazorla y la atrapamoscas, la pequeña carnívora de los paredones húmedos a la que le encanta merendar mosquitos. Aunque otras especies mucho más comunes también hicieron nuestras delicias, porque pudimos frotarnos las manos con orégano y con la deliciosa melisa (¿habrá infusión más rica?).

Vimos también desde el microbús dos estampas fugaces, pero inolvidables. Una, de un gran macho montés trepando monte arriba muy cerca de nosotros. Y otra, mucho más rara: un halcón peregrino que soltó en el asfalto su presa –una paloma- para remontar el vuelo sin lastre, asustado por el extraño intruso metálico relleno de humanos. No tardó en volver a por lo que era suyo.

En fin, una tarde inolvidable que finalizó con un tranquilo paseo por las callejuelas de la aldea de La Huelga Utrera, que dejó prendados a los que aún no conocían estos remotos pagos. Un punto negativo: el panel que señaliza la ruta en La Huelga Utrera lleva ya bastante tiempo destrozado, igual que algunos postes con flechas indicativas que hay a lo largo de la ruta. Y una sorpresa positiva: la Confederación Hidrográfica del Segura está arreglando este camino, que está llamado a ser uno de los recursos con más tirón de la Sierra de Segura.

Mi mayor deseo es que lo que se ha tratado durante el curso acabe, de una u otra manera, llegando a las aulas, porque la educación ambiental es básica para que estos lugares se conserven y sean también valorados como un bien que acrecienta el atractivo de nuestra comarca a través del turismo sostenible.















Atrapamoscas (Pinguicola vallisneriifolia) en un chorreón de la ruta. Foto: Javier Broncano