jueves, 14 de junio de 2012

Junio en la Sierra de Segura





























Tras unos meses de ansias e incertidumbres para tantos seres vivos atareados a tope en reproducirse, crecer y buscar su lugar bajo el sol, junio es tiempo de certezas y culminaciones. No en vano la luz, que tantos ritmos marca en la Naturaleza, ha ido ganando terreno lentamente hasta completar en junio la conquista de su imperio. Si la temporada ha venido buena de lluvias, la fecundación de agua y luz producen una abundancia y una alegría que invaden hasta el último rincón de la Sierra, por lo que hay que dejar a los ojos que gocen de la cosecha de verde antes de que el calor pase implacable su brocha de ocre por campos y sembrados.

La fronda de los árboles de hoja caduca alcanza su máximo desarrollo anual. Tan solo el melojo, el más perezoso de nuestros árboles, está aún en junio acabando de desplegar sus hojas de suave fieltro. Pero ya podemos echarnos la siesta bajo alguno de esos viejos robles que necesitan el abrazo de tres personas para rodearlos, testigos imponentes de un pasado en el que fueron, junto a las carrascas, reyes indiscutibles de gran parte de nuestros paisajes, antes de ser convertidos insensatamente en armazón de edificios y navíos, expresión de un poder que quedaba tan lejano...
 
Prosiguen las cópulas y puestas de la mayoría de los reptiles, como la lagartija de Valverde, que habita únicamente en enclaves húmedos o abarrancados de nuestra comarca y sierras vecinas, y cuya hembra pone en junio de uno a cuatro huevos cuya incubación durará unas cinco semanas.

En cuanto a las aves, las estivales suelen tener un calendario más retrasado, por lo que durante este mes eclosionan los huevos de oropéndolas, vencejos y abejarucos, y el águila calzada puede aún estar incubando. En la misma fase están algunas rapaces nocturnas, como el mochuelo, la lechuza y el autillo. En el nido del águila real, las cosas pueden ir más adelantadas: es tiempo de que los padres hagan saber al pollo que su adolescencia ha terminado, por el expeditivo método de dejar de cebarle. Eso sí, le acompañarán con cariño y paciencia en sus primeros vuelos, asesorándole en el reconocimiento del territorio y el arte de la caza.

Junio es el momento en que nacen muchos murciélagos, así como la segunda camada de ardillas y las ginetitas, que no superan los 80 gramos y vienen al mundo sordas y ciegas, comunicándose con sus madres mediante débiles maullidos. Los cervatillos y cabritos ya son capaces de corretear con desparpajo, mientras los pequeños erizos caminan lentamente tras sus madres, y no son pocos los que en junio acaban aplastados en el asfalto bajo las ruedas de los vehículos.

Del libro "La Sierra de Segura. El Sur Verde". Javier Broncano y Joaquín Gómez

Foto: Hojas de melojo (Quercus pyrenaica) - Javier Broncano

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