sábado, 1 de septiembre de 2012

Septiembre en la Sierra de Segura


























Las brisas nuevas y los primeros chaparrones sacan de la espesura a los machos de venado, llamados a una antigua cita en los calveros del bosque para batirse a testarazos por el privilegio de gozar en exclusiva del harén. El profundo bramido de celo y el entrechocar furioso de las cuernas, rompen la calma de la madrugada y del anochecer con la llamada primigenia del sexo. Luchar, perseguir a las hembras y cubrirlas, es casi la única actividad que realizan los grandes machos durante días, llegando a una extenuación que les puede hacer perder hasta un 20% de su peso. Las luchas, aunque largas, no son casi nunca cruentas, pues se trata más bien de exhibiciones de poderío en las que el perdedor, agotado, opta por poner tierra por medio y dejar el asunto para mejor ocasión, generalmente sin ser perseguido. Las hembras, mientras tanto, observan el drama con aparente pasividad, pero excitadas por el fuerte olor del barro que han formado los machos con su propio orín y en el que se han revolcado una y otra vez. Algunos lugares tradicionales de berrea de la Sierra son menos frecuentados que antes por los ciervos, molestados por grupos de turistas ruidosos, que acuden atraídos por la publicidad del espectáculo salvaje facilón e incapaces de mantener la discreción que la ocasión requiere.

Son muchas las aves que afrontan la extraordinaria aventura anual de la migración hacia tierras africanas. En pueblos y aldeas se echa de menos, al atardecer, el sonido de golondrinas, aviones comunes y vencejos. Como preludio del austero ambiente que se acerca, nos quedamos también sin el colorido casi tropical del abejaruco y sin el canto del ruiseñor. De noche, deja de oírse el penetrante "quiú, quiú" del autillo. Las culebras y otros reptiles, mientras cazan cuanto pueden para acumular  reservas de cara al invierno, ven con alivio cómo parte su peor enemiga, el águila culebrera, que nos priva de la contemplación de su vuelo sostenido e infatigable. Cruzará el Estrecho, atravesará Marruecos y pasará el invierno en las cálidas estepas de Senegal o Nigeria. Una ruta similar seguirá  nuestra águila más pequeña: la calzada.

Todos los tonos del rojo se hacen presentes en el monte al madurar los frutos de muchas especies, como el rosal silvestre, el torvisco, el majuelo, la cornicabra, el lentisco, el aladierno, o la olivilla. También nos da sus frutos azul oscuro el endrino, con los que se elabora un excelente licor.

Del libro "La Sierra de Segura. El Sur Verde" - Javier Broncano y Joaquín Gómez
Foto: Felicity Smith (thank you, Fliss!)

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