domingo, 10 de marzo de 2013

Consumir nueces serranas es mantener vivo nuestro paisaje



¡Qué ricas están las nueces serranas! El otro día encontré en una tienda de Orcera un gran saco de nueces, que el tendero me dijo que procedían de la aldea de Prados de la Presa. En comparación con las nueces de California, que son las que normalmente encontramos en el mercado, las serranas son más pequeñas, tienen “menos presencia” (al menos en términos convencionales) y se pelan peor. Aunque, claro, son bastante más sabrosas y además cuestan más o menos lo mismo.

Pero entre una nuez serrana y una de California hay otras diferencias que no las notan el gusto ni la vista. Es todo lo que hay detrás de una y de otra. La serrana es fruto del cultivo tradicional, sano y natural; la de California procede de la agroquímica. La serrana llega a la tienda tras recorrer unos cuantos kilómetros en una furgoneta; la de California tiene que dar la vuelta a medio planeta antes de llegar a nuestros mercados. El estudio Alimentos kilométricos, de Amigos de la Tierra, revela, entre otros muchos datos, que la importación de alimentos de América del Norte por parte de España generó en 2007 unas emisiones de 380.789 toneladas de CO2. No es de extrañar: la distancia en línea recta entre Los Ángeles y Madrid es de 9.400 kilómetros.

Así que cuando compramos nueces de California estamos comprando cambio climático, y cuando optamos por nueces serranas pagamos por conservar nuestro paisaje. Ese paisaje que no tiene precio, el que embellecen tantas nogueras dispersas por nuestra Sierra, sobre todo en el término de Santiago-Pontones, pero también en el de Segura de la Sierra, etc., etc. Sí, hagamos rentable mantener vivas las nogueras que quedan en la Sierra, para que no pase como hace unos años, cuando los caprichos del mercado mundial de maderas nobles se llevaron por delante bastantes nogueras de Santiago-Pontones con destino a la industria italiana, que pagaba buenos precios (¿buenos?) por una madera de excelente calidad.

Así que comamos nueces serranas para honrar a quienes las plantaron y para que nuestro paisaje no se desplome como la antigua casa forestal del Guadalentín, ante cuyas viejas y majestuosas nogueras, de frutos que ya solo aprovechan algunos caminantes, recordamos la declaración de amor de Giner de los Ríos: “En la contemplación de un árbol podríamos pasar enteramente nuestra vida”.



Fotos: Javier Broncano Casares.
Foto 1: nueces de la Sierra de Segura
Foto 2: noguera frente a la antigua casa forestal del Barranco del Guadalentín
Foto 3: inscripción en piedra de granito en el Arboreto Giner de los Ríos, Valle del Lozoya, Madrid 

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